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“Llegó con tres heridas:

La del amor,

La de la muerte,

La de la vida.”

Llegó con tres heridas, miguel hernández

 

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Tendemos a dar por sentadas aquellas cosas que siempre han estado en nuestra vida. Tendemos a negar que la muerte es el gran acto final de la vida. Pero el año 2020 llegó para recordarnos que nadie está del todo a salvo.

Durante los meses de confinamiento, viví una angustiosa agonía, obsesionada con la idea de que, quizás, no volvería a ver nunca a mi familia.

Es por esto que, a la primera ocasión que tuve, sentí con genuina urgencia la necesidad de fotografiar a mis familiares. No solamente de tomarles una instantánea, sino de verdaderamente retratarlos. No podía soportar la idea de que, quizás, las personas más importantes de mi vida se me escaparían antes de tener siquiera una oportunidad de compartir esta experiencia con ellos. Y es que solamente amamos realmente aquello que más tememos perder.

La creencia de que el proceso fotográfico roba una parte del alma es tan antigua como la fotografía misma. En este caso, mi intención no era robar, sino acoger esta parte del alma en forma de imagen fotográfica como una donación voluntaria.